Me desprendo poco a poco de manías
y me invade la necesidad de abrazos
que no di cuando podía a los que quiero.
¡Me pregunto tantas cosas mientras veo
cómo mueren a mansalva los ancianos,
sin la mano de los suyos en su adiós!
A la muerte se le dan bien las sorpresas
y a cuchillo despedaza corazones
sin piedad , sin medias tintas, sin complejos.
Y me pongo en esa piel de la que vive
todo el día junto al hombre que la humilla...
Y me cruje el alma. Y lloro de impotencia.
Y me calzo los zapatos de ese niño,
que hacinado en un cuartucho ya no sabe
cómo hacer para que alguien le comprenda.
Y me pongo tras las gafas del abuelo
confinado y asustado doblemente
al que nadie le pregunta cómo está.
Y me quedo en los pasillos del desahucio,
en la casa del parado o del enfermo,
donde todas las desgracias se amontonan....
¡Y me siento tan culpable por no ser
esa víctima invisible que no cuenta
a la hora de decir las estadísticas...!
Y me digo: saldrá bien. Estamos juntos.
Somos otros y este amor que se respira
quedará como una huella para siempre.
( Pero yo no sé muy bien si me lo creo...)
© Laura Caro Pardo
Abril, 2020