( Imagen de la red)
Voy bañando de risas las baldosas
que llevan a mis pies a su destino:
las blancas son el agua y no se pisan;
las verdes, una a una, las alcanzo.
Mis boca tararea una estrofilla
que acabo de inventar esa mañana
de esas que vienen solas, se te instalan
y tienes que escribir en cuanto llegues.
El viento se ha atrevido a ser grosero
y levanta mi falda mientras salto,
pero nada me importa en ese instante
en el que llevo luz a borbotones.
El hombre del kiosko me sonríe
pero no sé yo aún de las maldades
que habitan en las mentes retorcidas
y sonrío contenta, y le saludo.
Aún soy una niña y no sospecho
lo que vendrá después y para siempre.
© Laura Caro Pardo